sábado, 26 de abril de 2008

VICTIMAS DE UN ÚLTIMO TANGO

Acabo de terminar de ver la película y no me parece nada polémica. Solo es que en sí la película no se sostiene ni por el guión , ni siquiera las interpretaciones. Lo único para rescatar los maravillosos planos de Bertolucci... pero poco más. No te ruboriza, no te escandiliza... solo sientes pena, de lo miserable de algunos instantes, de los miserable que puede ser la vida y de lo miserable de las relaciones humanas... El sexo sólo es una excusa para un tema mucho más amplio... el sexo es la mejor de las excusas para la condición humana, que mejor puede reflejar el grado de los instantes más miserables y sodomizar lo que puede ser una víctima de un último tango en París.

A continución lo único que haré será transcribir un artículo que he encontrado publicado en el diario: "El Mundo" digital:


CRONICA
RESCATADA DEL OLVIDO


¡Maldito último tango en París!
Las confesiones de Maria Schneider, 26 años después de quedar marcada por el escándalo «Nunca he perdonado a Bertolucci por la película
Con 19 años y virgen, Maria Schneider se encontró retozando en la pantalla junto a Marlon Brando. Años más tarde, las drogas y los escándalos de lesbianismo cegaron su vida. Ahora vuelve al cine

ENRIC PASTOR
Reconocen a Maria Schneider? Tal vez sea más difícil imaginársela con ropa, sin hacer de tostada humana sobre la que Marlon Brando untaba generosamente la mantequilla o retozando en una bañera con el mítico actor. Pero quizá lo que más confunda ahora sean sus arrugas y la mirada severa que ya ha perdido la inocencia de la juventud, ese allure y chic parisino que la hicieron célebre. Pero aquí la tienen. Maria Schneider, 46 años (han pasado 26 años de aquello), francesa y actriz adolescente que con 19 años rozó el porno, explotó la sensualidad felina y suscitó los comentarios de los conservadores por la película sexualmente explícita, junto a un maduro Brando, El último tango en París (1972), de Bernardo Bertolucci.
La vida después de bailar el tango ha cambiado mucho para Maria. Está a punto de estrenar una nueva película, Something to belive in (Algo en lo que creer), de John Hough, tras años de sequía interpretativa (no por falta de ganas). En ella, una madura Maria Schneider interpreta a una casta mujer que cree en Dios y en los milagros. La escena de sexo más gratuita del filme no pasa más de un inocente beso y la palabrota más dura es «querido papá». Además, ha grabado un disco en español, titulado De nuevo tú, con canciones del compositor italiano Lucio Battisti.
Lejos quedan los años en los que todo el mundo la saludaba por la calle. Hoy, tras haber participado en películas italianas y francesas (un total de 39 en las que en ninguna se quitó la ropa ni dejó huella por su calidad, incluso hizo de Virgen María en una serie de televisión), la sombra de Jeanne, aquella lolita mayor de edad (la interpretó con 19 años) que seducía a Brando, planea sobre su vida y su carrera. Aquella película, según reconoce, sólo sirvió para arruinar su vida. Tuvo que protagonizar escenas de sexo que ni siquiera entendía. La industria del cine se cebó en su inocencia. Bertolucci la engañó...
«No tenía ni idea de dónde me estaba metiendo», ha admitido recientemente. «No era más que un bebé de 19 años. No es bueno ser famosa a esa edad. No tenía novios. Era virgen. Cuando leí la historia de El último tango en París (la loca pasión entre un hombre maduro con una niña francesa muy sexy), no entendí el matiz de perversión del guión. Ahora me parece que nada ha cambiado en Hollywood y en sus agentes para impedir este tipo de contratos. Continúan juntando a hombres maduros con mujeres mucho más jóvenes. Nunca ocurre al revés. No se tiene ninguna consideración con las niñas ni se les pregunta si desean hacer esas escenas. Y, créanme, los efectos de esas escenas se acaban notando tarde o temprano».
En su caso, los efectos fueron casi instantáneos. Desde aquella película de 1972, sólo participó en otra producción, El reportero (1975), de Antonioni, rodada en las Ramblas de Barcelona junto a otro interesante madurito, Jack Nicholson. Más tarde, en 1977, Luis Buñuel la reclamó para protagonizar Ese oscuro objeto del deseo. Maria, ilusionada (tenía 22 años), firmó el contrato, aterrizó en España, aprendió flamenco e incluso rodó algunas escenas. Pero la joven rebelde de entonces terminó discutiendo con los responsables de producción y tuvo que oír las peroratas del mismísimo Buñuel. Acabó siendo sustituida por Catherine Deneuve. Algo así como un Almodóvar-Jorge Sanz en Carne Trémula, pero con encendidas discusiones.
Después de aquel mal trago para cualquier actriz, Maria se esfumó en una nube de escándalos. Dicen que el atracón de notoriedad que le reportó la película de Bertolucci le provocó una indigestión de la que tardó años en recuperarse. Las drogas, las crisis nerviosas y los fracasos sentimentales acompañaron su poca exitosa carrera durante buena parte de los años 70. Las drogas fueron la cocaína y la heroína. El escándalo, su relación amorosa con Joan Towsend, hija del dueño de la compañía de alquiler de automóviles norteamericana Avis. Era la primera vez que una actriz famosa declaraba mantener una relación con otra mujer.
«Nunca dije que fuera lesbiana», dice ella. «Dije que era bisexual, lo cual pensaba. Y, la verdad, lo mío con Joan fue descubierto en una situación que no podía controlar». La situación comenzó en el aeropuerto de Roma. Su novia, Joan, sufrió un ataque de nervios y fue rápidamente trasladada a un centro psiquiátrico de la ciudad. Maria se ofreció como paciente voluntaria para hacerle más agradable la convalecencia. De esa estancia salieron unas fotografías que mostraban a la pareja muy acaramelada. Más tarde, se descubrió que algunos doctores del psiquiátrico recibieron dinero de los paparazzi para poderlas fotografiar en la intimidad. Después de aquello, nada fue igual para Maria. «Joan volvió con su familia a América» cuenta, «mientras, yo tenía que seguir viviendo con las consecuencias. Fue un punto oscuro en mi carrera y en mi vida».
«Bertolucci me utilizó»
¿Pudo su papel en El último tango en París haberla llevado a esta situación? «Yo estaba muy poco preparada para lo que iba a ocurrir en mi vida», ha explicado. «Nunca he perdonado a Bertolucci por esto y no le he vuelto a ver ni hemos hablado desde entonces. Era una persona muy poderosa y manipuladora. La verdad es que nunca tuve una buena relación con los hombres y, volviendo la vista atrás, he visto claro que Bertolucci me utilizó. Por aquel entonces, yo era de las que pensaba que el desnudo era bonito. No tenía problemas en quitarme la ropa. Pero Bertolucci me atrapó con sus fantasías para intelectuales». Del director de El último emperador considera que no supo tratarla con la inteligencia que necesitaba esa chiquilla conflictiva y alocada que era entonces. «Hasta el propio Marlon Brando, que tenía 50 años, dice en sus memorias que se sintió explotado por Bertolucci, así que imaginen cómo me sentí yo, que tenía sólo 19».
«En mi opinión, El último tango en París no ha podido soportar el paso del tiempo. Ni el estilo ni el guión se siguen teniendo en pie. Todo lo contrario a El reportero de Antonioni, que sigue siendo una película moderna y actual. Y es que Antonioni era un director que se anticipaba a su tiempo, mientras que Bertolucci se dejaba llevar más por la moda. En este sentido, El último tango... es un filme típico de los años 70. Siempre preferí a Visconti o Antonioni que a Bertolucci», ha llegado a declarar alegremente.
Aunque admite que fue demasiado joven para esos tangos, Maria no está enfadada con Brando, a pesar de que el actor se embolsara 400 millones de pesetas por la película mientras ella se conformaba con 400.000. Además, El último tango en París recibió de la Academia dos nominaciones: actor protagonista (Marlon Brando) y director (Bernardo Bertolucci) y fue la película más taquillera de la década. Nada de eso repercutió en ella.
«Brando y yo hemos hablado por teléfono desde que hicimos la película y tengo un gran respeto por él, como actor y como persona. Somos del mismo signo zodiacal, Aries, con ascendiente Libra. Los dos celebramos nuestro cumpleaños durante el rodaje. El, 50, y yo, 20, y no había atracción sexual entre nosotros, ni entonces ni después. Hubo muchos periodistas que me preguntaron si tuvimos sexo real en la pantalla. Es absolutamente ridículo».
De su vida privada ha aprendido a no hacer comentarios. «He estado con una persona durante 18 años. Y por lo que respecta a si era ella o él, prefiero guardarlo como un secreto. Greta Garbo tenía razón en proteger su intimidad. Ahora veo lo que están haciendo con su vida privada gente como Bruce Willis y Demi Moore, que tienen tres niños pequeños. No tengo hijos, pero si los tuviera los protegería muy bien. Mira a Jodie Foster. No ha hecho público el nombre del padre del hijo que ha tenido por inseminación artificial. Quiere mantener su vida privada al margen y yo la admiro por ello».
Parece que Maria intenta rodearse de esa muralla con la que se defienden todas las actrices adolescentes que han tenido que interpretar escenas de sexo para adultos. Ahora que películas como el remake de Lolita han vuelto a poner de actualidad los papeles adolescentes sin tapujos, Maria piensa que nada ha cambiado en Hollywood para hacer de las actrices adolescentes carne de sexo y dólares.
En casa de Bardot
Los problemas de Maria con el género masculino se remontan a mucho más atrás. Nació cerca de la frontera francesa con Alemania. Era la hija única de madre de origen romano y griego. No conoció a su padre, un actor francés llamado Daniel Gélin hasta que tuvo 16 años. A esa edad, Maria abandonaba los estudios y el hogar de su madre.
El año pasado, Brigitte Bardot publicó sus memorias, en las que habla ampliamente de Maria, de su relación con Daniel Gélin, su padre, y de cómo recogió a la actriz en su casa cuando se escapó de la suya. «Brigitte Bardot ha sido para mí como una segunda madre», ha llegado a decir Maria. «Le inspiré tanta ternura que me dio una habitación en su propia casa y allí me quedé durante dos años. Fue ella quien me abrió las puertas del cine haciéndome conocer a su representante y a la gente que contaba». De las cámaras privadas de la casa de B.B. pasó a las de cine.
Ahora, Maria prepara dos películas, una en Italia y otra en Bélgica. Y lo único que lamenta es cómo su cara denota las huellas del pasado. «Estas arrugas y esta mirada han necesitado mucho dolor para marcarse de este modo. Dentro de poco estaré haciendo papeles de abuela».
Pero, con todo, no se detiene: «Mi carrera no ha terminado. Me siento estupendamente. Tengo más expresión que a los 20 años. Pero el problema es que el cine de hoy está abierto sólo a las jovencitas. No hay papeles para una mujer de entre 40 y 60 años». Y añade un consejo para esas jovencitas: «Nunca te quites la ropa para hombres que claman que eso es arte».
Brando: «Mi alma entera fue violada»



FELIPE CUNA
Marlon Brandon fue otra víctima de El último Tango en París, una película que le marcó para el resto de vida. Si su cuerpo seguía funcionando, su mente quedó vacía, destrozada de los rigores psicológicos de su personaje. Bernardo Bertolucci pidió tanto de él que el actor le llamó dictador y manipulador de mentes, y recordó que ni Elia Kazan, con el que había filmado varias películas, le trató nunca tan mal.
Quedó tan emocionalmente afectado, aseguran los críticos, que nunca más aceptó ser protagonista principal. Sus papeles posteriores, limitados aunque pagados millonariamente, en Superman (1978), o en Apocalypse Now (1979), parecían indicar que la herida de tango seguía abierta.
«Sentí que mis entrañas, mi alma entera, habían sido violadas. Que mi cuerpo era un juguete que alguien dominaba a su placer. Fue una herida muy profunda», comentó.
Su papel vino a demostrar que la sensualidad de anteriores películas, especialmente Un tranvía llamado deseo, no se quedaba en un artilugio escénico de cara a las cámaras. Era seguido con una exhibición de fuerza sexual que dejó atónitos a tantos millones de espectadores en todo el mundo que cuando entran en un apartamento vacío creen encontrar a su particular Maria Schneider. Las paredes desnudas, el suelo vacío y ella, frágil, sensible, dispuesta.
«El impacto de la película fue tan importante», mantiene Roger Ebert, uno de los críticos más conocidos de este país, «que Hollywood se asustó de que una película X tratara la sexualidad de forma tan honesta. La industria cinematográfica americana, que no decidió nunca entrar en un campo que inauguraba Brando, el cine para adultos, decidió reafirmarse en los largometrajes de adolescentes y efectos especiales». Brando no tenía necesidad de demostrar su fortaleza sexual e hizo la película por su rigor dramático y por su efecto psicológico, recordó en 1995 en una entrevista de la CNN.
La falta de dinero, la necesidad de rescatar su imagen pública tan afectada por el juicio contra su hijo Christian y el suicidio de su hija Cheyenne, le hicieron volver a las pantallas a mediados de esta década.
The Freshman y Don Juan De Marco, especialmente, le han presentado a nuevas generaciones que no conocían a un Brando tan distinto de su imagen de sex symbol. Con más de 70 años, con 140 kilos de peso a cuestas, pero con la calidad de una forma de interpretar que no se aprende. Se nace con ella.

3 comentarios:

Ida G. dijo...

Totalmente de acuerdo. Bonito blog. Me gustan los cuchillos y el rosa, dice mucho de las princesas cansadas de ser princesas y deseosas de caer en el lado oscuro...
Felicidades, aquí tienes una amiga.

SWEET JANE dijo...

Siento leerte tan tan tarde y acabo de ver tu blog muy interesante... las mujeres no somos princeses somos mujeres... encantada de ser tu amiga

SWEET JANE dijo...

Siento leerte tan tan tarde y acabo de ver tu blog muy interesante... las mujeres no somos princeses somos mujeres... encantada de ser tu amiga